miércoles, 24 de mayo de 2017

El arte de no hacer nada




“Está realmente ahí, en la vida ante nosotros,cada minuto que escuchamos; un extraño elemento,no en nuestra imaginación sino ahí, hecho realidad.Es la esencia escondida en cada palabra que llega a nuestras orejas, y de las que debemos recuperar su significado oculto, de la misma forma que extraemos el metal del mineral”
Williams Carlos Williams. The practice.1984



Maxi Gutiérrez escribió en su imprescindible Medicina de familia con blog propia un día cualquiera de trabajo. Ya lo hizo en su momento Jonathon Tomlinson en su blog hablando de cuatro insignificantes problemas. O Clara Benedicto con su ristra de tweets en la que describía toda la complejidad del mundo en 140 caracteres. Estas disquisiciones tan problemáticas irritan mucho a los políticos y gestores amantes de la simplicidad y la solución rápida.
Si se lee con detenimiento lo que escribe Maxi se observa la aparente sencillez de lo que hace; es más, no sería de extrañar que algún gestor imprudente le castigara por no hacer nada: no pide muchas pruebas, no extirpa tumores imposibles, no prescribe fármacos innovadores recién llegados a las farmacias. Maxi más bien atiende, escucha mucho, piensa lo que puede y deja que el tiempo a menudo haga su trabajo. Sea el que sea.
Afortunadamente hay más Maxis de lo que creemos. Gente silenciosa y anónima, que atienden con paciencia a cuantos tengan a bien pasar por sus puertas, llevándose a menudo sus problemas a cuestas. Hasta el día siguiente.
“No hacer nada” es un arte al alcance de muy pocos elegidos. Un arte que se expresa con actitudes tan humanas (y despreciadas) como escuchar, pensar, esperar, ser testigo y evitar hacer daño. Una vez más nadie lo ha expresado mejor y de forma más hermosa que Iona Heath, en un artículo  de hace unos años para el European Journal of General Practice: “la nuestra es la era de hacer sin pensar: mantenerse continuamente activos, no pararse a pensar…porque no hay tiempo. No hay tiempo porque andamos continuamente ocupados, haciendo”.
No se puede expresar mejor el tema de nuestro tiempo.
Escuchar y prestar atención, como ella escribe, no es sencillo; por mucho que nos quieran vender las bondades de la multitarea, no hay más que ver cómo se entera de lo que estás diciendo alguien que mira a la vez su teléfono móvil; o cómo se irrita un niño cuando te pregunta algo mientras le pasas por la sartén su filete y comprueba que tu atención está centrada en algo que no es él…aunque lo que estés haciendo sea para él. Los gestores no “miden” en sus cuadros de mandos el tiempo que dedicas a escuchar y atender; sin duda les parecerá una pérdida de tiempo, que debería emplearse en hacer cosas: por ejemplo, rellenar la historia para que después pueda extraerse tu “productividad”.
Pensar es aún más exótico: si el tiempo apremia y el paciente reclama una etiqueta con la que calmar su incertidumbre, los diagnósticos saldrán como exabruptos, imprescindibles para alimentar la codificación que nos hará libres.Si, como escribía Platón,  pensar “es escuchar las respuestas que nos damos a nosotros mismos”, un gestor moderno nos dirá que de casa se viene ya pensado, y que para pensar por nosotros ya están las modernas guías, o protocolos o procesos.
Esperar es sinónimo de idiocia en el sistema sanitario moderno: mezcla de desconocimiento y de la indecisión del papanatas:artefacta cualquier registro, incomoda al revisor y desconcierta al ciudadano. Antaño fue una virtud, cuya esencia era dejar trabajar al tiempo, quien casi siempre te daba la respuesta. Respuesta de la que gente como Maxi sabe mucho, y que simplemente corrobora la virtud de no hacer nada.
Estar presente es pedir demasiado. Nos pagan por hacer no por estar ni por ser. John Berger consideraba que era el papel más valioso que podía jugar un médico general ( “ hace más que tratarles cuando están enfermos, es el testigo objetivo de sus vidas”). Pero Berger murió y sus ideas se las llevará el viento y las librerías de viejo.
Sin escuchar, atender, pensar, esperar y ser testigo no es posible rebelarse, denunciar y luchar, la última de las funciones esenciales de un buen médico general. Por eso posiblemente nadie quiere que escuchen, atiendan, piensen, esperen y den testimonio.
Lo que se espera hoy de un médico general es que rellene aplicadamente los registros para poder ubicar correctamente a Cristina, Andrea, Ahmed, Antonia o Pilar (algunos de los parroquianos de Maxi) en la pirámide que estratifica el riesgo.
Se que una vez más lo que escribo es teórico, literario y hasta barroco, pero solo les haría una pregunta: ¿Cuál de los pacientes de Maxi Gutiérrez es un paciente sencillo? ¿Cuál merece en el honor de ser colocado en la cima de la pirámide sagrada de Kaiser?

Fotografía: el holgazán Maxi no haciendo nada  ( tomada de su propio blog)

1 comentario:

  1. Sentado en silencio,
    haciendo nada...
    la primavera llega
    y la hierba crece sola
    Matsuo Basho.

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